La corta respuesta porque decidí a aprender español: una pelea con mi mamá.
Ella ganó.
Desde hace 17 años, cuando estaba a punto de entrar a la prepa, tuve que escoger una lengua extranjera para estudiar los próximos cuatro años. Las dos opciones fueron español o francés.
El año anterior (el 8º grado), tomé clases de francés y me enamoré. El francés me pareció lo más romántico de las lenguas románticas. Aun frases como “Por favor” y “Gracias” (“S’il vous plait” y “Merci”) son frases que me parece que tienen un aire de sofisticación. Probablemente, yo estaba tratando de elegir algo diferente a mi hermana, porque ella es mayor que yo y siempre ha sido una estudiante destacada.
Todo habría salido “très bien” si mi mamá no hubiera intervenido.
“Peggy, tú vives en los Estados Unidos, y también vives en Florida,” ella dijo. “El español sería mucho más útil para ti.”
Ella tenía razón. A pesar de que a los hijos les gusta buscar su propio camino, a veces es difícil negar la buena lógica de los padres.
Pero estoy muy alegre de haber seguido su consejo.